71. EL HOMBRE FALLA AL HACER JUSTICIA, SOLO DIOS ES JUSTO.


¿Qué acusación traéis contra este hombre?


— Si este no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.

— Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley.

—A nosotros no nos es lícito dar muerte a nadie.

Así sucedió para que se cumpliera la palabra de Jesús, que dijo señalando con qué clase de muerte había de morir. Entonces Pilato llamó a Jesús y le dijo:

— ¿Eres tú el rey de los judíos?

— ¿Preguntas tú esto de ti mismo o porque otros te lo han dicho de mí?

— ¿Acaso soy yo judío? Tu propia nación y los principales sacerdotes te entregaron a mí. ¿Qué has hecho?

— Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos. Ahora, pues, mi reino no es de aquí.

— ¿Así que tú eres rey?

— Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye mi voz.

— ¿Qué es la verdad?

Habiendo dicho esto, les dijo a los judíos:

— Yo no hallo ningún delito en él, pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte un preso en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos?

Entonces Pilato tomó a Jesús y le azotó. Los soldados entretejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Le vistieron con un manto de púrpura. Venían hacia él y le decían: "¡Viva el rey de los judíos!" Y le daban de bofetadas.

Pilato salió otra vez y les dijo:

— He aquí os lo traigo afuera, para que sepáis que no hallo ningún delito en él.

Entonces Jesús salió llevando la corona de espinas y el manto de púrpura, yPilato les dijo:

— ¡He aquí el hombre!

Cuando le vieron los principales sacerdotes y los guardias, gritaron diciendo:

— ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!

— Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo no hallo ningún delito en él.

— Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley, él debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.

Cuando Pilato oyó esta palabra, tuvo aún más miedo. Entró en el Pretorio otra vez y dijo a Jesús:

— ¿De dónde eres tú?

Pero Jesús no le dio respuesta.

— ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y tengo autoridad para crucificarte?

— No tendrías ninguna autoridad contra mí, si no te fuera dada de arriba. Por esto, el que me entregó a ti tiene mayor pecado.

Desde entonces Pilato procuraba soltarle, pero los judíos gritaron diciendo:

— Si sueltas a este, no eres amigo del César. Todo aquel que se hace rey se opone al César.

Cuando Pilato oyó estas palabras, llevó a Jesús afuera y se sentó en el tribunal. Era el día de la Preparación de la Pascua. Entonces dijo a los judíos:

— He aquí vuestro rey.

— ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale!

— ¿He de crucificar a vuestro rey?

— ¡No tenemos más rey que el César!

Y con esto, lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron pues a Jesús.

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